Las cuatro megatendencias de la industria alimentaria que estamos desarrollando en estos post -la comodidad/conveniencia, la salud, el placer y la responsabilidad- llegan hoy a su tercer capítulo: el placer.
Cuando alguien me dice que no le gusta el queso, siempre le pregunto: ¿cuál?.
A mí me gustan casi todos y me cuesta creer que a alguien no le guste ninguno. Pero así es la vida, será que han tenido alguna mala experiencia y han quedado irremediablemente traumatizados. Sin faltarle el respeto a nadie, creo que lo suyo es de psicólogo.
La ventaja que tiene los lácteos es su larga historia, que ha permitido que evolucionen independientemente en cada región y país, hasta tener un abanico casi infinito de experiencias sensoriales.
En productos más jóvenes –en nuestros mercados- como las leches fermentadas, también hemos tenido la suerte de asistir a una rapidísima diversificación. Aquí soy menos fanático, pero quien en su sano juicio se resiste a un buen yogurt natural, con frutos del bosque o el de vainilla "de Larsa"… .
En los helados… siempre me acuerdo de un viaje que hice a Dinamarca en invierno, con un frio que te cruzaba el alma. Durante esta visita no salía de mi asombro al ver a los daneses comiendo suculentos helados entre la niebla. Y tienían toda la razón, desgraciadamente en el sur los reservamos para los días de estío y nos perdemos el placer de degustarlos 9 meses al año.
Con los batidos, ya sabéis que tengo alguna que otra fijación, será porque durante una época los combinaba con cualquier bebida espirituosa, coincidió con los años más divertidos de mi vida y eso marca. Hoy los tomo con mucha menos frecuencia, también me divierto menos.
Me quedaba la mantequilla, la de mantequera con un poquito de sal… me quedo sin palabras.
¡Ah! y las fresas con nata y ...
El sencillo y refrescante vaso de leche...
En fin, solos o acompañados, nuestros productos lácteos han estado y seguirán estando en el corazón de esta megatendencia. Por favor, no la fastidiemos ajustado precios.
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