Lo más gracioso es que los precios se fijan en las antípodas
por una ganadería que nada tiene que ver con la nuestra y cuyos productos –supongo
que- nunca veremos en nuestros supermercados. Las reglas de los mercados son demasiado complejas, pero si a los exportadores europeos no les compensa secar, en algún sitio tiene que vender sus excedentes. Ahora, parecería que puede compensar poner las torres en marcha y con un poco de suerte...
La internacionalización de los mercados es lo que tiene. Las repercusiones de una lejana sequía pueden llevar a nuestros productores a la ruina o mejorar puntualmente los ingresos que les proporcionan unas hectáreas en nuestra tierra. Lo que está demostrado es que de nada sirve enrocarse con medidas proteccionistas, que producen ineficiencias inasumibles, que solo conducen a estancar los sistemas de producción. A la larga se paga.
A mayores, el país se encuentra en plena “euforia consumista”,
lo que implica que la compra se hace mirando el precio más que la calidad y eso
también incide en el margen de maniobra de las empresas y por lo tanto en el
cheque de los ganaderos.
Mientras no se atiendan los nichos de valor añadido y las
empresas solo miren horizontes de productos de gran consumo, el futuro será
incierto para todos. Lo que tienen los nichos es que por definición son
pequeños y los dolores de cabeza se multiplican para vender un par de cajitas.
Hace años, hablando con un conocido quesero -después de
analizar la situación de su empresa y dadas las limitaciones existentes- le
propusimos realizar una gamita de diversificación, que básicamente consistía en una operación de maquillaje a fin
de línea. Su conclusión fue que aquello solo podía servir para algún
tallercillo artesano. Hoy siguen fabricando una gama muy parecida a la de
entonces.
Lo vi hace una temporada, seguía preocupado con la barra que
venía del este. Que aquello no era queso ni nada. Que la distribución lo
machacaba. Que si no fuera por…. cerraba la empresa y … . Volvimos a hablar de
la gamita, pero seguía opinando que no quería complicarse la vida.
Definitivamente no debía ser una buena idea.
Atreverse a buscar nuevas estrategias es imprescindible,
para el nieto del ganadero y para el quesero de nuestra historia. Ojalá ambos
encuentren su camino.
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