Para observar la amplia lista de atributos solo es necesario acercarse a los supermercados o ver la televisión durante un telediario.
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria ha puesto sobre la mesa la necesidad de demostrar científicamente la validez de estas propuestas alimentarias exigiendo una validación de las mismas. Si comparamos los mensajes publicitarios actuales con los de hace unos años nos daremos cuenta de las diferencias existentes en el mensaje de algunos productos. Como cruz de este proceso esta el coste implicado en un procedimiento de validación que puede poner en peligro los desarrollos de las pequeñas empresas.
Hecho el inciso y volviendo al tema que nos ocupa, como decía un sabio ya retirado del negocio lácteo, entre todos hemos logrado convertir a la leche en un mero excipiente y en vez de provocar un aumento del consumo asistimos a un importante descenso del mismo. Con esto no pretendo afirmar que haya una relación causa-efecto ya que existen otros numerosos factores que han afectado a este descenso, pero la simultaneidad de ambos hechos incita a pensar que algo habrá influido.
Otra derivada de este nicho, es la incorporación de estas referencias en las marcas de distribuidor, lo que ha limitado el valor añadido de la gama.
Lo que casi no hemos hecho en estos años ha sido reivindicar el valor intrínseco de la leche como alimento y sus propiedades beneficiosas. Sobre todo en esta época en la que el consumidor ha recibido multitud de mensajes insidiosos que ponen en tela de juicio este hecho científicamente incuestionable.
Las campañas de promoción de otras bebidas sustitutivas de origen vegetal me recuerdan las que sufrió el aceite de oliva en su momento, orquestadas por los cárteles de ciertas oleaginosas. El daño que se le hizo al olivar fue tremendo y como nuestro sector no tome medidas, lo vamos a pasar mal.
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