Desde hace unos meses estamos oyendo el término de cambio o crisis sistémica, aplicado generalmente a la compleja situación económica que nos ha tocado sufrir; pero también se está usando con mucha frecuencia aplicada a la incertidumbre en el aseguramiento de alimentos de las poblaciones.
Muy interesante: http://psicoblogging.wordpress.com/2008/12/20/el-portero-del-prostibulo-acerca-del-cambio/
Las causas de esta situación viene dadas principalmente por tres causas: el incremento de la población mundial, la previsible escasez de combustibles fósiles y el cambio climático, a ello podéis sumar todos los elementos que queráis, el futuro parece estar lleno de incertidumbres.
En este entorno, surgen y surgirán nuevas iniciativas, capaces de solventar los problemas que nos acechan. Entre las más radicales nos encontramos con las basadas en la producción de alimentos sintéticos menos exigentes en imputs y territorio, así como en la utilización masiva de las tecnologías de la información para la optimización de la programación de producciones y la mejora de la rentabilidad de nuestros campos. En cualquier caso hace falta más ciencia.
Donde también hace falta más ciencia y tecnologías adaptadas es en la otra estrategia en la que centraré en este post, la de desarrollar mecanismos de aprovisonamiento local de los alimentos, tema que ya he tocado en los articulos sobre el reto de las 100 millas y sobre los alimentos locales entre otros.
Como veis el tema me seduce y a pesar de mi paladar curioso con los exotismos culinarios, cada día estoy más convencido de la necesidad de desarrollar modelos de producción, transformación y comercialización cortos, al menos para aquellos alimento de bajo extracto seco, cerrando las cadenas de valor a nivel local. Y en cualquier caso poniéndole cara a los productores de nuestros alimentos.
Estas iniciativas están explotando en el país de los centros comerciales, así en la actualidad hay más de 7.000 mercados de granjeros en los Estados Unidos -un aumento del 150 por ciento desde el año 2000- con ventas directas al consumidor que han representado más de $ 1.2 mil millones en ingresos anuales. Tal es la amplitud del movimiento, que se está cociendo un proyecto de ley que regule y potencie este enfoque.
En USA, también se están articulando sistemas que permiten a la restauración dotarse de mayor transparencia a la hora de poner en valor a sus proveedores locales. Al fin sabrán de donde es el queso que se están comiendo o de donde procede la nata de su postre.
Además. Consumir en local permite reinventar viejas/nuevas fórmulas de distribución como podéis ver aquí, aquí y aquí, aquí… . Fórmulas basadas en compensar los beneficios de los productos de larga vida y amplia distribución.
Para ayudar en este propósito también han aparecido nuevos sistemas de pago que propician el intercambio de bienes y servicios entre los vecinos. Y lo que parecía una rareza más o menos exótica ya está llegando a nuestro país.
Pero en nuestro ámbito lácteo, ¿qué podemos hacer?.
Sigo creyendo que la solución se encuentra en la diversificación y en intentar cubrir en primer término las necesidades del territorio donde la empresa se encuentra ubicada -manteniendo un poco de sensatez- y con los excedentes, o agregar el máximo valor posible o deshidratar con dos dedos de frente.
Estas fórmulas son aptas para todos, grandes y pequeños, el reto es como adaptarlas a cada situación particular, confiando siempre en quien somos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario