Ya sabéis que ando extremadamente preocupado por el desánimo de nuestros productores, que ni aún con precios de leche elevados en los mercados internacionales y un cierto repunte en el pago de sus producciones, levantan cabeza. Todo ello en un entorno lleno de incertidumbres, con el preludio de la tragedia griega; de continuar, el fuego de artificios puede ser global.
Este desánimo se justifica, ya que los incrementos de precio de los alimentos al consumidor, no compensan el incremento de los costes de sus insumos. Según Eurostat, solo el 25% del valor añadido de los alimentos queda entre los productores, el resto se diluye en el resto de los eslabones de la cadena productiva…
Ya no sé cuantos post he escrito en esta línea, pero, cada día encuentro nuevas fuentes que me hacen saltar las alarmas. El drama -según todos los expertos- es que en el campo no sobra nadie. Y mientras, asistimos a recortes en los presupuestos de la política agraria común.
Como todos sabemos, estamos en un mundo en pleno crecimiento, en el que según Kofi Annan “la producción mundial de alimentos tendrá que aumentar un 70 por ciento para 2050, cuando se calcula que la población del planeta alcance los 9 200 millones de habitantes, frente a los 6 900 millones de 2010”.
Pero este crecimiento en la producción no va a ser lineal, ya que la capacidad de cada región es diferente y con consecuencias ecológicas particulares. En el imprescindible estudio sobre el futuro de la agricultura en el horizonte de 2050, realizado por el Senado Francés se establecen cuatro posibles escenarios basados en la prospectiva Agrimonde:
- Orquestación global: Una sociedad mundialmente conectada en la que el crecimiento económico es lo más importante.
- Tecnojardín: Un mundo jardín, enteramente humanizado por la tecnología puesta al servicio del medioambiente.
- Hecho a la fuerza: Un mundo fragmentado en el cual la prioridad es la preservación de la seguridad alimentaria nacional.
- Mosaico de adaptaciones: Un mundo descentralizado y heterogéneo, un mosaico de estrategias locales de gestión de ecosistemas.
Y ninguno es del todo satisfactorio; la pregunta es si es posible permitir un cierto dumping ecológico de ciertos países con el fin de conseguir alimentos baratos, mientras que algunos países ricos se puedan permitir producir alimentos en un contexto más ecológico; todo ello en un planeta de recursos finitos y con necesidades acuciantes de alimentos.
Si a esto le sumamos, la mera especulación, el cambio climático (?), el agotamiento de recursos, el desvió de producciones agrícolas a la generación de combustibles… el resultado es un escenario de precios cada vez más altos para el consumidor, con escasez de alimentos y con enormes consecuencias para las poblaciones más desfavorecidas. Nos encontramos en las puertas de la ya comentada tormenta perfecta.
Lo que más me sorprende es que este tema que parece debilitar la flema a algunos de nuestros vecinos incluyendo al G20 (con todas sus contradicciones), en España casi ni se comenta, llevamos unos años en los que solo nos preocupan las listas del paro, mientras que como recuerda el presidente del NFU, Gwyn Jones, no podemos dejar la responsabilidad de producción de alimentos en los países menos desarrollados.
Mientras tanto nuestros campos se transforman en pinares y nuestras escuelas de agricultura se desertizan. Si no homologamos el trabajo en las explotaciones con el realizado en otros sectores, cualquier otro esfuerzo será inútil. Lo pagaremos todos.
El otro día un amigo me decía que la mayor amenaza de su empresa era no saber leer el futuro. No me extraña, mientras sigamos asistiendo a políticas cortoplacistas lo tendremos complicado. Los productores no saben que futuro productivo les espera, la sociedad tampoco ya que existen demasiadas contradicciones entre la productividad y la sostenibilidad, entre la liberación de los mercados y la soberanía alimentaria, entre... .
Lo que parece claro es que en este sector nos tenemos que empezar a acostumbrar a producir eco-intensivamente, optimizar los recursos externos, aprovechar nuestras fortalezas internas, minimizar los costes del transporte de nuestras producciones y valorizar hasta el último gramo de materia seca.
Oportunidades no van a faltarle a los más eficientes, en un mercado en franca expansión.
En oposición, en estos días leía a quién defendía la permanencia del sistema de cuotas de producción.
Personalmente, coincido con los que creen que es imprescindible provocar una nueva revolución verde más equilibrada con el medio ambiente, en la que logremos incrementar nuestras producciones, basando el crecimiento en el territorio, en la formación y en el I+D.
Chupado. Entre todos podemos.
Personalmente, coincido con los que creen que es imprescindible provocar una nueva revolución verde más equilibrada con el medio ambiente, en la que logremos incrementar nuestras producciones, basando el crecimiento en el territorio, en la formación y en el I+D.
Chupado. Entre todos podemos.
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