En estas últimas décadas, han llovido millones de
subvenciones sobre nuestro país, también en nuestro sector. El resultado de
este esfuerzo es un conjunto de elefantes blancos difíciles de mantener en
tiempos de crisis.
Aunque en algunos casos ya sea tarde, parece importante implantar en nuestras explotaciones y empresas algunos indicadores de eficacia y eficiencia, que por lo de ahora no veo reflejadas en casi ninguna parte. A lo sumo unas cuentas contables donde se comparan ejercicios, que siendo imprescindibles, no parecen suficientes.
A mayores, elegir esos índices que nos permitan mejorar no
es fácil y necesita una buena reflexión.
A modo de ejemplo, hace unos días estuve en una quesería tradicional donde se seguía hablando de rendimientos brutos, sacando consecuencias de su
cálculo, sin tener en cuenta ni la dispersión de la materia prima ni de los
productos finales. ¿Para qué les servían
las analíticas realizadas?.
Y, dado que la labor es ardua ¿en donde deberíamos centrar
estos esfuerzos de evaluación?, supongo que aquí la contabilidad de costes debería
echarnos una mano, pero no solo los fríos números del balance. Las políticas de
calidad, de innovación, de medio ambiente deberían ayudarnos a centrar nuestro
análisis.
A fin de cuentas, si en algún sitio necesitamos evaluar
nuestra actividad, es en las acciones que emprendemos para conseguir un mejor
futuro.
Para elegir el buen camino.
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