Cuando paseo mi mirada sobre muchos quesos artesanos o por algunos lácteos rompedores, incluso cuando me deleito con un buen café con leche, frecuentemente pienso en cómo sería la personalidad del promotor de la empresa de la que surgió tal prodigio. Lo cierto es que también me hubiera gustado conocer a D. Isaac Carasso, a D. Tomas Pascual, a M. André Besnier… .
Supongo que hay tantos itinerarios como empresarios o técnicos, algunos llegamos al blanco sector por intuición, pensando que allí donde vivíamos, la leche tenía sentido, y la profesión de lechero, futuro.
Otros llegaron por tradición familiar, éste es el caso de muchos neoartesanos, a los que también hay que reconocer el instinto suficiente para poner en valor y reinventar devotamente el oficio de sus madres.
También los hay que llegaron por casualidad, como último recurso para cobrar una deuda ;-), por encomienda de un banco ;-), o por las causas más diversas ;-))))). Muchos de ellos, casi sin quererlo, quedaron prendados de la voluptuosidad de la nata fresca.
Los que llegaron al oficio por obligación y sin convicción, si pudieron, lo dejaron el primer domingo en el que se les estropeó la balsa de agua helada. Si no pudieron dejarlo, tuvieron una larga penitencia que no les envidio.
Pues eso…
Cuando veo los productos de sus empresas, a veces creo percibir su personalidad, a veces traicionada, por las siguientes generaciones o por las crueles reglas del mercado.
Pero cuanto mejor es ese queso o ... mejor sabe esa leche, mejor percibo esa fuerte personalidad que ha logrado sobrevivir a los vaivenes de la historia.
Gracias, asumiendo todas vuestras miserias, gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario