Siempre he tenido un gran aprecio a lo vasco, a pesar de conocer muy poco ese maravilloso país, siempre envidié sus virtudes y a sus cocineros. Este reconocimiento gana enteros, cada día que pasa, desde que me metí a escribir en este blog y trato de encontrar buenas prácticas de las que aprender.
Viene dado por su apuesta decidida por la innovación y por su expresión en la red. De hecho tengo una bonita colección de rss de personas y organizaciones con contenidos tremendamente interesantes (auque raramente hablen de queso), ya que aparentemente mantienen una saludable permeabilización del conocimiento personal y colectivo hacia la sociedad.
Como lo chulo de un descubrimiento, está más en el viaje, que en alcanzar la meta: solo os voy a dar un par de direcciones para que disfrutéis como yo, en cada golpe de ratón.
También me emociona sus negociaciones en los presupuestos generales, en las que percibo que han priorizado la innovación sobre el asfalto.
En Galicia, se han iniciado interesantes procesos de integración, pero creo que tenemos un montón de asignaturas pendientes. Lo que comenzó hace unos años, ha sufrido un cierto deterioro en estos últimos tiempos, la crisis es lo que tiene. Y aunque todos tengamos claro que el futuro se encuentra en los caminos de la innovación; a la hora de la verdad, muy pocos gallegos, con capacidad de marcar el ritmo, se lo creen de verdad.
En cuanto a las cuestiones presupuestarias, nuestras mayores polémicas se centran en los plazos de ejecución de faraónicas obras públicas.
Como resultado de estas realidades había puesto las cifras del paro de ambas autonomías, pero casi prefiero no deprimir a nadie. Sobre todo, porque aquí, nos queda mucho más recorrido que a los vascos y por lo tanto, a poco que empujemos lo tenemos chupado.
Vamos, que al final me quedo.
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